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EL LIBERAL . Padre Koffi Gilbert

Sólo tocar el manto del Señor

30/06/2018 22:30 Padre Koffi Gilbert
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Sólo tocar el manto del Señor Sólo tocar el manto del Señor

Hoy queremos admirar

la fe de esa mujer que

ha dado la posibilidad de

creer todo lo que ha vivido,

cuando justo pasaba

Jesús y ella quería no pedirle

la sanación, pero sí

tocar su manto para sanarse.

Esa actitud de fe

que podemos imitar, no

únicamente para hacer

promesa, porque soy devoto,

sino para saber que

Dios llega para darnos lo

que necesitamos.

Sabemos que en la mayoría

de las sanaciones

de Jesús hay ese contacto

y ese diálogo como para

preguntar ‘¿Qué quieres

de mí?’ Y esa mujer quería

estar cerca de Jesús, pero

tenía miedo porque las

tradiciones no aceptaban

que la mujer esté cerca de

un hombre. Entonces ella

no quería dialogar ni conversar,

sólo tocar el manto

para recibir su fe.

Y Jesús se da cuenta de

que alguien lo ha tocado y

quiere saber quién es para

darle la posibilidad de conocer

al Hijo de Dios.

A veces nos cuesta

creer, nos cuesta entrar

en esa sabiduría de Dios,

olvidamos que Dios está

presente en el corazón

mismo de las personas

y que nada le es ajeno a

nuestra vida. Jesús conoce

nuestros sufrimientos,

nuestras enfermedades.

Alguien dirá si Dios hace

milagros, por qué no sanó

a tal o cual persona o por

qué no respondió a mi plegaria.

Pero quiénes somos

nosotros para pedir cuentas

a Dios. Dios actúa a su

tiempo y a su manera, pero

siempre con sabiduría y

un amor que no se supera.

Entonces nosotros podemos

llegar a entrar en

ese espíritu de Dios para

que nos ayude y podamos

vivir nuestra fe.

Cuántas veces buscamos

milagros sin entrar

en contacto con Dios. Hay

ese enfrentamiento y esa

manera de olvidar que

Dios necesita nuestra colaboración.

Es importante

saber que la gracia nos

puede sanar y es suficiente

con estar en su gracia.

Qué quiere decir, participar,

colaborar para recibir

esta gracia de Dios. Tu

fe te ha salvado, tu fe te ha

sanado.

En la Eucaristía decimos

antes de comulgar:

‘No soy digno de que entres

en mi casa, pero una

palabra tuya bastará para

sanarme’. Entonces es la

fe la que sana, es la gracia

de Dios que obra. Los milagros

han hecho la obra

de Dios a través de nuestras

vidas para darnos la

posibilidad de vivir.

Hoy vivimos situaciones

difíciles, como enfermedades,

cuando necesitamos

médicos, físicamente,

materialmente, pero necesitamos

también la gracia

de Dios, porque a veces podemos

hacer todo y no hay

resultado positivo. Con la

gracia de Dios podemos

ver qué ha pasado y nadie

lo puede explicar.

Hoy podemos negar esta

presencia de Dios, esa

gracia. Pero Dios continúa

dándonos oportunidades.

‘Hija, tu fe te ha salvado,

vete en paz y queda

sana de tu enfermedad’.

Palabras de aliento, palabras

de convicción, palabras

con autoridad. El hecho

de decir hija de Dios,

él conoce su sufrimiento,

su manera de vivir, entonces

tu fe te ha salvado.

Nosotros también dejamos

de pensar que todo

cae del cielo. Sí, la gracia

de Dios cae, pero hay que

aceptar, hay que enfrentar

y tenemos que presentarnos

como somos. Las enfermedades

tenemos que

presentarlas ante Dios en

la oración, con verdad,

con alegría y con confianza.

Cuántas veces podemos

orar sin confianza.

La palabra ojalá no debe

existir, porque cuando

decimos ojalá hay dudas,

pero no debemos dudar

en nuestras maneras

de orar. Si hay dudas, entonces

podemos equivocarnos,

aunque Dios está

siempre para darnos esa

oportunidad, esa luz, para

que podamos decir aquí

estamos, Dios nos da la

posibilidad de vivir y enseñarnos

cómo vivir.

Tocamos a Jesús a través

de su sacramento y de

su palabra. No es necesario,

como hoy hacen muchas

personas, tocar objetos

o tener medallas. Es la

gracia de Dios la que obra,

no la imagen la que sana.

Cada vez que de nuestro

corazón surge la expresión

más honda de deseo

alcanza al Señor, cosas

sencillas y veraces, al mismo

tiempo que el Señor se

deja alcanzar con ternura

y con la fuerza con la que

nos invita a seguirlo como

discípulos. Queremos

dejar que aparezcan con

fuerza los deseos que buscan

a Jesús. Dios nos da

a todos la oportunidad de

acercarnos. Jesús no está

lejos, tomó la condición

humana, conoce nuestras

preocupaciones, problemas.

Si Jesús entra en

nuestras vidas, aumenta

nuestra fe, nuestra confianza,

nuestra esperanza.

No buscar los resultados

para decir voy a orar

para sanarme. Dejar a

Dios que entre en nuestras

vidas y darnos lo que

necesitamos: si necesitamos

sanación exterior, física,

confiar en Dios.

Por eso invitamos a la

gente para que pueda participar

de la celebración

eucarística donde esté

Cristo presente y lo tocamos

a través de lo que recibimos,

y vamos a recibir

su cuerpo, su sangre, ese

Cristo presente en la eucaristía.

Hay que ir y tocar, ir

y escuchar hablar para conocer

su palabra de aliento,

que levanta, que da

fuerzas y da la posibilidad

de no quedarnos en las debilidades.

Que Jesús nos ayude a

sanarnos de nuestras enfermedades,

nuestras debilidades.

Que nuestra

Que la Madre nos ayude

en ese tiempo de flaqueza

y sobre todo de debilidad,

porque la enfermedad no

nos deja vivir como debe

ser.

Que el Señor nos haga

una vez más pensar en él

y en el contacto con él para

tomar un rumbo, la vitalidad

que transformó toda

su fe. Señor Jesús, ayúdanos,

aquí estamos, tenemos

confianza en ti y

esa confianza no es únicamente

con los labios, sino

con el corazón, con nuestras

vidas. Amén.

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