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EL LIBERAL . El Evangelio

Lo que une Dios no lo separe el hombre - Marcos 10, 2-16

06/10/2018 23:47 El Evangelio
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Lo que une Dios no lo separe el hombre - Marcos 10, 2-16 Lo que une Dios no lo separe el hombre - Marcos 10, 2-16

Es necesario hacer un breve comentario

acerca de la cuestión del

divorcio en tiempos de Jesús para

entender el planteo de los fariseos

y la respuesta de Jesús.

En el judaísmo de los tiempos

de Jesús, el texto de Dt 24, era la

base para el divorcio. Allí se decía

que si una mujer “desagradaba”

a su esposo, éste le redactaba

una carta de divorcio y la despedía.

Las causas de este “desagrado”

iban desde cuestiones serias a

otras verdaderamente ridículas tales

como quemar la comida. La carta

de divorcio tenía la finalidad de

“dejar en libertad” a la mujer, que

se consideraba propiedad del marido,

para que ella pudiera contraer

otro matrimonio sin caer en adulterio.

La cuestión del matrimonio

tenía un doble marco: el jurídico

y el moral. Desde el punto de vista

jurídico, prácticamente todos

los matrimonios en ese tiempo podían

disolverse. Desde el punto de

vista moral, sobre todo teniendo en

cuenta la vinculación entre el ámbito

jurídico y religioso en Israel, el

divorcio no siempre era bien visto,

muchos ensalzan la fidelidad matrimonial.

Los fariseos, se acercan a Jesús

y para ponerlo a prueba le preguntan:

¿puede el marido repudiar a la

mujer? El interrogante supone la

respuesta, porque el “repudio” estaba

autorizado por la Ley, y seguramente

ellos sabían lo que pensaba

Jesús. Lo que pretendían, sin

dudas, era que Jesús desafiara a la

ley.

¿Qué les prescribió Moisés?

Moisés lo autorizó. Eso fue por la

dureza de vuestro corazón, pero al

comienzo de la creación no fue así.

Dios los creó para la comunión y

lo “que Dios unió, no lo separe el

hombre”. Jesús, confirma la prescripción

de Moisés citada por los

Fariseos, pero la relaciona con la

dureza de corazón de los judíos.

Para Jesús, partiendo del orden

de la creación, la voluntad de Dios

era otra: que el hombre y la mujer

vivan en comunión y no se divorcien.

La comunión matrimonial

no sólo aparece como un signo de

la voluntad del Dios creador, sino

que él mismo es el garante de esa

unión. Apelar a la creación supone

poner como fundamento de la relación

matrimonial el amor de Dios

que crea para la comunión. Por

lo tanto, el matrimonio no es sólo

una “comunión” entre dos personas

(psíquica, física-sexual y espiritual)

sino también un signo de

la comunión de Dios con los seres

humanos, simbolizado aquí por el

matrimonio.

Conclusión

Con la llegada del Reino de Dios

en Jesús, el orden de la creación

ha sido restablecido, la comunión

de los hombres con Dios y entre sí,

ha quedado sellada por el Misterio

de la Pascua de Cristo. Dios nos ha

creado para la “comunión”, y el matrimonio

es, desde el punto de vista

humano, el ámbito de relación más

fecundo y fructuoso para vivirla. Es

un signo de la alianza de Dios con

su pueblo, por eso, tiene una dimensión

sacramental y salvífica para

que aquellos que lo vivan en plenitud

alcancen en Cristo la Vida.

Esto no supone, la imposibilidad

de fracasar, de no poder cumplir

con la voluntad de Dios. Sin embargo,

a pesar de nuestras limitaciones

humanas, Dios sigue renovando su

compromiso con nosotros, creando

seres para la comunión y ofreciendo

su perdón a los que no pueden

alcanzar la meta. Dios es amor,

y no excluye a ninguno de sus hijos,

su misericordia repara nuestros

pecados dándonos siempre

una nueva oportunidad para vivir

en su presencia. Los matrimonios

que han sufrido la dura realidad del

divorcio jamás tienen que sentirse

abandonados por

Dios. El los ama, comprende

y ofrece su ternura

reparadora para

que sean felices y fieles

según sus posibilidades

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