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EL LIBERAL . El Evangelio

Evangelio según san Lucas (11,37-41)

15/10/2018 22:13 El Evangelio
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Evangelio según san Lucas (11,37-41) Evangelio según san Lucas (11,37-41)

En aquel tiempo, cuando Jesús terminó de hablar, un fariseo lo invitó a comer a su casa. él entró y se puso a la mesa.

Como el fariseo se sorprendió al ver que no se lavaba las manos antes de comer, el Señor le dijo: "Vosotros, los fariseos, limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro rebosáis de robos y maldades. ¡Necios! El que hizo lo de fuera, ¿no hizo también lo de dentro? Dad limosna de lo de dentro, y lo tendréis limpio todo".

Comentario

Al leer en el calendario litúrgico el subrayado del evangelio de este martes de la semana 28 ("dad limosna, y lo tendréis limpio todo"), se piensa: Ah, pero, bueno, ¿no dice san Pablo que aunque dé todos mis bienes a los pobres, si no tengo amor, de nada me sirve? Pues ¿cómo despacha J esús su doctrina con esa frase? Pasa que Jesús habla de limpieza: porque está hablando con un fariseo, y esa gente estaba obsesionada con la limpieza de las manos, de las jarras, de las ollas, de todos los cacharros, o, como se dice ahora, de toda la batería de cocina.

En eso hace muy bien, porque conecta de inmediato con el lenguaje, los intereses, el mundo concreto, las preocupaciones e incluso las obsesiones de la gente.

Pero ¿cómo es posible que un gesto exterior, que incluso puede servir (¡y lo dice el propio Jesús!) para nuestra ostentación, puede limpiarnos por completo?

Y me acuerdo de la etimología de "limosna": viene de la palabra griega eleemosyne, que significa "compasión". Más aún: recuerdo cómo, según dicen los estudiosos, la antropología de Jesús es unitaria, holista.

Eso significa que para él el hombre entero, la mujer entera, ha de estar presente en cada acto que realiza.

Por tanto, ha de estar presente en cuerpo y alma, con el corazón y las manos.

Más en concreto, ha de decir "con el corazón en la mano" y ha de dar "con el corazón en la mano".

Es como un dar dándose. Nada de obras muertas de mucho relumbrón hacia fuera; pero también nada de puros delicados sentimientos, tan delicados como estériles; y nada de discursos cuando la respuesta a la demanda (¡así que hay desafíos, dones y demandas a los que debo responder!) no son hueras palabras, sino dones muy concretos y muy materiales.

El caso es que me acabo de asomar al texto del evangelio (¡ya lo podía haber hecho antes! ) y me encuentro con que me dice: "dad limosna de lo de dentro, y lo tendréis limpio todo".

Me doy con el puño en la cabeza y me digo: ¿a qué tanto cavilar? Si hubieras leído directamente el evangelio, y no hubieras recurrido al comodín de una cita, tan coja por añadidura, habría evitado todos esos rodeos.

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