Santo Evangelio según san Lucas (12,1-7): Santo Evangelio según san Lucas (12,1-7):
de personas se agolpaban
hasta pisarse unos a otros.
Jesús empezó a hablar, dirigiéndose
primero a sus discípulos:
“Cuidado con la levadura
de los fariseos, o sea, con su
hipocresía. Nada hay cubierto
que no llegue a descubrirse,
nada hay escondido que no
llegue a saberse. Por eso, lo
que digáis de noche se repetirá
a pleno día, y lo que digáis
al oído en el sótano se pregonará
desde la azotea. A vosotros
os digo, amigos míos: no
tengáis miedo a los que matan
el cuerpo, pero no pueden
hacer más. Os voy a decir a
quién tenéis que temer: temed
al que tiene poder para matar
y después echar al infierno. A
éste tenéis que temer, os lo
digo yo. ¿No se venden cinco
gorriones por dos cuartos?
Pues ni de uno solo se olvida
Dios. Hasta los pelos de vuestra
cabeza están contados.
Por lo tanto, no tengáis miedo:
no hay comparación entre vosotros
y los gorriones”.
Comentario
La cita no tiene trampa. El
que cuenta el número de las
estrellas y la arena de las playas
marinas, ¿no va a tener
contados los pelos de tu cabeza?
Me dirás: “yo no tengo madera
de mártir”.
Ya somos dos. Pero, después
de leer estas palabras,
me pregunto: “¿cómo escuchas
las palabras de tu maestro
y tu Señor? ¿es que son
para ti esa semilla que cae al
borde del camino?, ¿o la que
cae entre zarzas? ¿No sabes
que las palabras de Jesús van
dirigidas al hombre entero y
que han de llegar al corazón,
un corazón bueno, para que
puedan dar fruto?”.
Y si me pregunto de nuevo,
con perplejidad y algo de azoramiento,
qué es un corazón
bueno, me doy cuenta de que
necesito meditarlo. Pero, por
de pronto, advierto que será
un corazón que está abierto a
la Palabra; y que esta apertura
es algo más que la memorización
de unas cuantas frases
bonitas del evangelio, y que el
encuentro con la Palabra sólo
se da en el cor ad cor (el corazón
a corazón) con ella.
También me parece bueno
añadir dos “coletillas”: de momento,
no es necesario que
me mese los cabellos, ni siquiera
que me desmelene; pero
tampoco he de preocuparme
si en las luchas de la vida
salgo ligeramente despeinado.
No tengo por qué aparentar ser
uno de esos héroes de película
que, efectivamente, salen de
las más arduas peleas tan indemnes
que no se les despeina
el pelo. No me fío de esos
guionistas y directores que por
no sé qué trucos consiguen
que sus ‘buenos’ salgan siempre
tan guapos, tan elegantes
y con el pelo tan arreglado en
los fotogramas.?