Dame, Señor, tu mirada Dame, Señor, tu mirada
En aquel tiempo, cuando
se acercaba Jesús a Jericó,
había un ciego sentado
al borde del camino, pidiendo
limosna. Al oír que pasaba
gente, preguntaba qué
era aquello; y le explicaron:
“Pasa Jesús Nazareno”.
Entonces gritó: “¡Jesús,
hijo de David, ten compasión
de mí!”.
Los que iban delante le
regañaban para que se callara,
pero él gritaba más fuerte:
“¡Hijo de David, ten compasión
de mí!”.
Jesús se paró y mandó
que se lo trajeran. Cuando
estuvo cerca, le preguntó:
“¿Qué quieres que haga
por ti?”
él dijo: “Señor, que vea
otra vez”.
Jesús le contestó: “Recobra
la vista, tu fe te ha curado”.
En seguida recobró la
vista y lo siguió glorificando
a Dios. Y todo el pueblo, al
ver esto, alababa a Dios.
Comentario
Qué molestos nos resultan
los mendigos. Les solemos
negar la mirada y en
muchas ocasiones hasta
cambiamos de acera, si nos
es posible. Suscitan en nosotros
desconfianza y cierto
rechazo.
Nuestra mirada se ha especializado
en detenerse en determinadas
cosas y desechar
otras. Hemos domesticado
hasta nuestra forma de percibir.
Hemos rutinizado nuestra
forma de ver las personas y el
mundo que nos rodea.
Cuando algo rompe el cliché
que nos hemos fabricado,
nos desorienta y tendemos
a negarle nuestra atención.
Se necesita cierta dosis
de osadía e ingenuidad, de
búsqueda de lo nuevo para
tener una actitud de permanente
apertura a lo que la vida
y las personas nos ofrecen
diariamente.
Pa re c i e ra q u e h e m o s
puesto anestesia a nuestro
corazón, no sea que nos
duela o inquiete la realidad o
las personas que hemos situado
al margen de nuestra
vida.
C r e o q u e J e s ú s y s u
Eva n ge l i o q u i e re n , e n t re
otras cosas, provocar esta
actitud de estar atentos
a los pequeños signos, huellas,
mensajes que la realidad
y las personas nos
transmiten diariamente.
S i n e m b a r g o , ¿ n o e s
cierto que hasta la lectura
del Evangelio, en ocasiones
adquiere tonos de algo sabido,
acostumbrado?
Leer el Evangelio desde
una perspectiva abierta
a la realidad, dejando que
se cuele en los entresijos de
nuestra vida nos cuesta.
A Jesús sin embargo, lo
solemos ver constantemente
dejándose interpelar por
las personas y los acontecimientos
de cada día. Acogiendo
con los cinco sentidos
cuánto se cruza en su
vida y releyéndolo desde su
experiencia de Dios.
Jesús, en verdad era un
hombre-Dios apasionado
por la vida, nadie le era indiferente,
nada humano le era
indiferente.