Lectura del santo evangelio según san Mateo 17,10-13. Lectura del santo evangelio según san Mateo 17,10-13.
montaña, los discípulos preguntaron
a Jesús: “¿Por qué
dicen los escribas que primero
tiene que venir Elías?”.
él les contestó: “Elías
vendrá y lo renovará todo.
Pero os digo que Elías ya ha
venido, y no lo reconocieron,
sino que lo trataron a su antojo.
Así también el Hijo del
hombre va a padecer a manos
de ellos”.
Entonces entendieron los
discípulos que se refería a
Juan el Bautista.
Comentario
Cuatro son los personajes
de la liturgia de hoy:
Elías, Juan el Bautista, Jesús
y todos nosotros. Elías
y Juan el Bautista tienen un
rasgo común en su predicación:
“mano dura”. “Elías, un
profeta como un fuego, cuyas
palabras eran horno encendido”.
Juan el Bautista se
ganó la fama de austero y de
predicador recio: “Raza de
víboras, ¿quién os enseñó a
huir de la ira que os amenaza?...
Ya está puesta el hacha
a la raíz de los árboles,
y todo árbol que no dé buen
fruto será cortado y arrojado
al fuego”.
Jesús en el anuncio y
predicación de su buena noticia
tiene otro tono. Un tono
cercano, entrañable, más
amable. Nos anuncia que
Dios está dispuesto a tener
unas relaciones muy cercanas,
íntimas con todos los
hombres, siendo nuestro
Rey y Señor. Si le dejamos
se ofrece a reinar en nuestro
corazón y guiar nuestras
vidas.
Pero es un Rey especial,
tan especial que Jesús nos
asegura que es nuestro Padre,
que busca siempre nuestro
bien. Y cuando nos despistamos
y le damos la espalda
está dispuesto a acogernos
y perdonarnos hasta
setenta veces siete, es decir,
siempre. También Jesús, en
la misma línea que su Padre
y nuestro Padre Dios, se olvida
de su condición divina y
se llega hasta nosotros como
nuestro servidor, señalándonos
el camino que conduce a
la vida y vida abundante.
Las autoridades religiosas
de entonces quisieron
hacerle callar, pero Jesús,
por ser fiel a sí mismo y a nosotros
y a la enseñanza que
quería dejarnos, nos siguió
predicando su buena noticia,
lo que le costó morir injustamente
en la cruz. “El Hijo del
Hombre va a padecer a manos
de ellos”.
Quedamos nosotros, los
que queremos vivir con intensidad
este nuevo adviento.
Sabemos bien lo que tenemos
que hacer... seguir en todo
momento a Jesús: “Te seguiré
donde quiera que vayas”.
Dios nos restaura. ¡Qué
buena noticia! Nos restaura
sin forzar nada, sin violentarnos
lo más mínimo. Sólo haciendo
brillar su rostro sobre
nosotros. Es una escuela
de renovación y restauración.
Ya contemplábamos el
otro día que Dios lo hace todo
nuevo, ¿no lo veis? Pero hoy
da un paso más: además, te
restaura.
Se nos invita también a
nosotros a renovar desde
aquí, desde la luz. Como Elías
en el evangelio. Como Juan
Bautista. Esta vez no se trata
de hacer caer fuego y azufre
sobre tanta imperfección
y grietas como tenemos. Esta
vez Dios renueva poniendo su
rostro cerca del nuestro. Como
por contagio, por cercanía,
por puro amor.