¿Qué debemos hacer? Lucas 3, 2b-3. 10-18 ¿Qué debemos hacer? Lucas 3, 2b-3. 10-18
gana adeptos, muchos
de aquella sociedad están
convencidos que es necesario
un cambio, por eso
se acercan al profeta y le
preguntan: ¿Qué debemos
hacer?
Juan no les pide dirigirse
al desierto para
aislarse de la realidad ni
tampoco expresar su deseo
de cambio a través
de ritos cultuales, sencillamente
los invita a solidarizarse
con los pobres,
a construir una sociedad
de justicia, con inclusión
y sin violencia. El
mensaje se dirige principalmente
a los responsables
de esta situación de
inequidad: el que tenga
dos túnicas dé una al que
no tiene; el que tenga de
comer, comparta con el
que no tiene; a los publicanos,
no roben ni exijan
más de lo que corresponde,
a los soldados no extorsionen
y no hagan falsas
denuncias para congraciarse
con el poder
político. Son propuestas
simples, que invitan a la
solidaridad, que transitan
por los caminos de
la justicia. No hay otro
modo de preparar el camino
de la venida del
Salvador; Juan nos enfrenta
con nuestra propia
verdad, aquí se acaban
los discursos ideológicos
y religiosos, sólo
vale la solidaridad. Todo
lo otro son palabras que
lleva el viento. Jesús dirá
lo mismo: “cuando tuve
hambre y me diste de
comer, sed y me diste de
beber, preso y me visitaste,
enfermo y me fuiste a
ver, desnudo y me vistieron,
de paso y me alojaron.
En la obras de solidaridad
se juega la vida
del verdadero hombre de
Dios, discípulo de Jesús.
No se puede servir a Dios
si se olvida al hermano,
si dejamos de acompañar
a las víctimas de la sociedad
que los excluye y estigmatiza.
¿Qué debemos hacer?
Esta pregunta resuena
a lo largo de todo el planeta,
no habrá un mundo
en paz, mientras siga
existiendo la inequidad,
la injusticia y el lucro por
encima de todo. Sólo tendiendo
puentes de amistad,
socorriendo a los
que sufren, sanando heridas
sociales y culturales
podremos vivir en un
mundo de hermanos.
Conclusión
La cercanía del nacimiento
de Jesús nos invita
a formularnos a nivel
personal y comunitario
la misma pregunta:
¿qué debemos hacer?
¿Cuál será nuestro compromiso
solidario con los
que sufren? En nuestra
patria son tantos los hermanos
que no tienen vivienda,
que les falta el
pan en la mesa, mujeres
maltratadas y abusadas,
chicos que no pueden acceder
a la educación, jóvenes
sumidos en el consumo
de drogas llevando
una vida sin sentido, miles
de hermanos sin trabajo,
familias destruidas
por el abandono y la violencia.
¿Acaso podemos
celebrar la Navidad sin
atender esas necesidades
del pueblo de Dios?
¿Vamos a seguir edulcorando
la religión para autoconvencernos
que de
esa manera somos fieles
a Jesús?
Son necesarios nuevos
paradigmas que promuevan
relaciones humanas
más sanas, pero
no basta con ello, si
no hay hombres nuevos,
convertidos en la presencia
de Dios que pongan
como centro de sus vidas
y su obrar la dignidad
de toda persona humana,
serán principios vacíos
que nada construirán,
que mantendrán la
situación actual tan necesitada
de ser transformada.
Una Navidad sin
hombres nuevos es como
un barco sin timón que
navega a la deriva. El Nacimiento
de Jesús, y sobre
todo sus enseñanzas,
nos abren posibilidades
para
una mejor
vida, para
un nuevo
mundo sin
tanto dolor.