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EL LIBERAL . El Evangelio

Lectura del santo evangelio según San Marcos (3,31-35)

28/01/2019 23:53 El Evangelio
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Lectura del santo evangelio según San Marcos (3,31-35) Lectura del santo evangelio según San Marcos (3,31-35)

En aquel tiempo, llegaron

la madre y los hermanos

de Jesús y desde fuera

lo mandaron llamar. La

gente que tenía sentada alrededor

le dijo: “Mira, tu

madre y tus hermanos están

fuera y te buscan”.

Les contestó: “¿Quiénes

son mi madre y mis hermanos?”

Y, paseando la mirada

por el corro, dijo: “Estos son

mi madre y mis hermanos.

El que cumple la voluntad

de Dios, ese es mi hermano

y mi hermana y mi madre”.

Comentario

Jesús es claro en sus palabras

y apunta siempre a la

realidad de lo que quiere expresar

y que siempre va más

allá de lo que nosotros podemos

sospechar.

El texto evangélico es

corto en extensión, pero

denso y profundo; no rompe

el hilo conductor marcado

en la lectura de la carta

a los Hebreos seguido del

salmo responsorial. Ambos

nos hablan de un deseo de

realización: el cumplimiento

de la voluntad de Dios:

“Aquí estoy, Señor, para hacer

tu voluntad”. Pero en el

Evangelio el descubrimiento

de la voluntad de Dios es

claro según las indicaciones

del mismo Jesús al decir:

“El que cumple la voluntad

de Dios, ése es mi hermano,

mi hermana y mi madre”.

Por tanto, vivir fuera del

marco de la voluntad de

Dios, negando el amor a los

hermanos, nos imposibilita

el hacernos hermanos de

Jesús. La posibilidad de formar

parte de los hermanos

de Jesús, nos es dada desde

el amor que proyectamos en

los demás. Desde aquí Jesús

hace el reconocimiento

de los que forman y conforman

su entorno familiar:

aquellos que, amando, llevan

a cabo la mejor forma

del cumplimiento de la voluntad

de Dios.

Jesús no habla en este

texto de una manera despectiva

como tal vez pueda

parecernos, sino que, poniendo

el acento en lo esencial

de su mensaje, nos invita

a entrar en un camino

progresivo de acercamiento

al otro desde el amor. Es lo

que hizo María, su Madre,

quien llevó a cabo el cumplimiento

de las promesas

de Dios precisamente por

su “fiat”, por su “sí” constante

a los planes divinos. Jesús

proclamaba de esta forma

que María era su Madre

no sólo desde la dimensión

biológica, sino también

desde la entrega incondicional

a todo el plan salvador

de Dios en la entrega de

Ella misma hacia los demás,

apuntando claramente hacia

su Madre como el mejor

referente y modelo para

nuestra existencia en el

cumplimiento de la voluntad

divina.

Como término de esta

reflexión a la que hoy nos da

pie el texto evangélico nada

mejor que lo que nos dice

acerca del mismo el propio

San Agustín: “María escuchó

la palabra de Dios y la

cumplió; llevó en su seno el

cuerpo de Cristo, pero más

aún guardó en su mente la

verdad de Cristo, por tanto,

en su seno estuvo Cristo

hecho carne, pero es más

importante lo que está en la

mente que lo que se lleva en

el seno”

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