Evangelio según san Lucas (10,1-9) Evangelio según san Lucas (10,1-9)
designó el Señor otros setenta
y dos y los mandó por delante,
de dos en dos, a todos los
pueblos y lugares adonde pensaba
ir él. Y les decía: “La mies es
abundante y los obreros pocos;
rogad, pues, al dueño de la mies
que mande obreros a su mies.
¡Poneos en camino! Mirad que os
mando como corderos en medio
de lobos. No llevéis talega, ni alforja,
ni sandalias; y no os detengáis
a saludar a nadie por el camino.
Cuando entréis en una casa,
decid primero: “Paz a esta
casa”. Y, si allí hay gente de paz,
descansará sobre ellos vuestra
paz; si no, volverá a vosotros.
Quedaos en la misma casa, comed
y bebed de lo que tengan,
porque el obrero merece su salario.
No andéis cambiando de casa.
Si entráis en un pueblo y os
reciben bien, comed lo que os
pongan, curad a los enfermos
que haya, y decid: “Está cerca de
vosotros el reino de Dios.”
Comentario
Mientras el mundo comercial
celebra a San Valentín, nosotros
recordamos a dos grandes
evangelizadores que sembraron
la fe cristiana en la Europa
oriental y cuya herencia se
encuentra hoy principalmente
en las Iglesias ortodoxas, aunque
también en las católicas de
rito bizantino.
El papa Juan Pablo II declaró
a los santos Cirilo y Metodio
Patronos de Europa, subrayando
así la pluralidad de ritos de
nuestro continente, con su célebre
expresión de que la Iglesia
tiene que respirar con los dos
pulmones: el oriental y el occidental.
Es una invitación al enriquecimiento
de nuestra espiritualidad,
a la misión y al ecumenismo.
Muchas de las Iglesias
herederas de estos santos han
sufrido en el silgo XX dura persecución
y martirio bajo los regímenes
comunistas. Se merecen
especial veneración.
Las lecturas litúrgicas son
de orientación misionera. El libro
de los Hechos nos presenta
un gran avance de la fe cristiana,
que no estaba destinada
solo a los judíos, la etnia de Jesús,
sino a todo el mundo. Los
paganos, que estaban “sin esperanza
y sin Dios en este mundo”
(Ef 2,12), se alegran inmensamente
de que les llega la luz
de la fe. Esto nos hace mirar a
nuestro tiempo: la Iglesia crece
constantemente, pero casi
5000 millones de seres humanos
no han oído todavía hablar
de Jesús.
El evangelio nos recuerda
que Jesús, ya en su tiempo, deseó
realizar la misión contando
con colaboradores, aquel grupo
de seguidores que son prefiguración
de toda la Iglesia que
surgirá después. A los enviados
les predice persecuciones
(“en medio de lobos”); ¡cuánto
entienden de esto los pueblos
evangelizados por Cirilo y Metodio!
El mensaje no puede ser
otro que el de la paz. Si el evangelio
no deja paz en los corazones,
es señal de que el mensajero
se ha equivocado en la exposición.
Desgraciadamente
abundaron en otra época predicadores
de amenaza y amedrentamiento;
con cierta admiración,
y diferenciándole de
otros de su tiempo, decía de la
predicación del P. Claret el filósofo
Balmes: “nada de terror,
suavidad en todo”. “Evangelio”
es palabra griega que significa
“anuncio agradable”; desnaturalizarlo
sería un gran pecado.
El mismo pasaje que hemos
leído le da como contenido
la cercanía del “Reino de Dios”;
y, cuando Dios reina, el hombre
disfruta de paz, de plenitud, está
feliz.
Jesús quiere, además, que el
mensajero lleve el evangelio como
incorporado a su atuendo,
o simbolizado por su vida. Sería
contradictorio que el que anuncia
al Dios providente anduviese
ansioso por llenar sus alforjas y
talegas. Otra versión lucana del
discurso (Lc 9) prohíbe además
al enviado llevar bastón: mensajero
de la paz, será más convincentes
si viaja indefenso. Y no
puede perder el tiempo en los
ceremoniosos saludos judíos a
los transeúntes.