Las bienaventuranzas del reino de Dios Las bienaventuranzas del reino de Dios
El evangelio de hoy nos
propone reflexionar dos episodios
del evangelista Lucas:
la elección de los Doce
Apóstoles y el discurso de
la llanura, más conocido como
las Bienaventuranzas del
Reino.
En la montaña, lugar privilegiado
de la presencia de
Dios, donde él se revela, Jesús
elige un pequeño grupo
de discípulos especiales:
los Doce a quienes llamará
Apóstoles.
Jesús pasó la noche
orando y con la bendición de
Dios los eligió para enviarlos
a proclamar la palabra
de Dios.
Jesús ejerce una gran
atracción sobre la gente que
se acerca para escucharlo y
ser curado de sus enfermedades,
ven en su práctica
una esperanza que solo puede
venir de Dios.
Este discurso dirigido exclusivamente
a sus “discípulos”
resume las instrucciones
que Jesús da a los que
serán testigos de su ministerio
en Galilea: de su predicación,
de su enseñanza y de
su actividad curativa.
Su enseñanza no sólo
tiene por objetivo formar la
conducta de los discípulos,
sino que también está vinculada
a su misión: “dar la buena
noticia a los pobres, a los
prisioneros, a los ciegos, a
los oprimidos”.
Los destinatarios de las
“bienaventuranzas” son sus
discípulos: los pobres, los
excluidos y hacen referencia
a su existencia cotidiana:
pobreza, hambre, sufrimiento.
Las bienaventuranzas introducen
un horizonte escatológico
nuevo, el Reino
de Dios ha llegado, está ya
presente y actuante entre
los hombres y es una buena
noticia para los que sufren,
porque ahora su vida cambiará.
Con la llegada del Reino
en Jesús, los que ahora
son pobres, pasan hambre,
lloran y son odiados por ser
amigos de Jesús, serán consolados,
saciados y se alegrarán.
¿Por qué? Porque el
Reino introduce un cambio
en la realidad, en las relaciones
del hombre con Dios y
de los hombres entre sí. Los
discípulos son introducidos
en la experiencia del amor de
Dios que constituye un horizonte
superador. Los discípulos
no sólo serán consolados
sino que serán un signo
del amor de Dios amando
a su prójimo, aún a los enemigos.
La motivación para
amar con desprendimiento
y solidaridad se funda en la
misericordia del propio Dios,
del Padre de quien proviene
la vida del discípulo.
Conclusión
Las enseñanzas de Jesús
son contraculturales, van en
contra de lo que propone hoy
nuestra sociedad. Para Jesús,
no es feliz el que tiene
dinero, fama y poder mundano,
sino el pobre, el que
sufre, el que tiene hambre, el
perseguido, porque en Dios
son dignificados y su cercanía
al Reino les dará abundancia,
alegría y amor sin
límites. Para Jesús la verdadera
vida está en amar y
servir, en perdonar, en ser
un instrumento de solidaridad
que levante al caído,
anime al triste, anuncie buenas
nuevas de libertad y justicia.
Ese es el camino,
no hay
otro, para los
discípulos es
la carta de
presentación
en el mundo.